"De ella solo supe el nombre, su edad y la respuesta que dio a la pregunta que mi Maestro le hizo cuando la conoció. Yo tuve el gusto de tomarle una foto lejana, pero eso me fue suficiente.

  • Señora, ¿usted me quiere contar el secreto para llegar a los 99 años, casi el siglo, y estar así tan entera y llena de vida?
  • No, joder.

Lo que sigue son mis propias implicaciones y reflexiones sobre el asunto. Y asumiré el “joder”… porque en estas latitudes (América Latina) corresponde.

Veo el humo bailando al compás del viento, molinetes y sílfides danzando en las crestas que dejan las cenizas de madera quemada junto a las flores secas, los aceites y las resinas. Veo la vara que lo sostiene. Veo cómo humo, incienso y vara se consumen, se entregan, no se oponen, no reclaman ni se crispan.

Ya, hoy, ahora, suena mi alarma y de nuevo tengo otra oportunidad de despertar, abro los ojos y creo el mundo, el sol, nubes, viento, calles y gente están donde y como deben estar y para quien deben ser y estar Yo. Pero aún me falta sentirlo, lo soy, pero no me doy cuenta, apenas miro, escucho y hablo de ello, aún no, no hay certeza, pero si hay posibilidad. Aviva el fuego de mi entendimiento cuando simplemente acepto y entrego. 

Cavilando, aún extraviado en mis "Y que pasaría…", imagine respondiendo a la pregunta "¿A que suena la Voz de Dios?" asi, veo una conversación que no me tomo a la ligera (es donde voy) Realmente quiero sentirlo, no entenderlo.

Escribiré en primera persona, no tanto porque ahora desconozca las respuestas, las sigo aprendiendo, más, porque así mantengo mi intención de recordarlas. Si te hacen eco, eso es parte del propósito y el valor agregado. Léelo como si fueran tus palabras, quizás, si lo sean.

Deja que tu piel sea acariciada por la brisa fría o cálida de la mañana, tienes como sentirla.

Deja que tus labios se contagien de la sonrisa ajena, sin importar el porqué sonríes, te sonríen. 

Dejate amar con bendecir que en tu mesa se coloque cualquier plato, cualquier comida,

Dejate amar al agradecer porque hay una cama por tender

Dejate amar en la ducha fría que refresca en la mañana

Dejate amar en el camino que tomas cada mañana, sea por lo que sea tienes uno.

Dejate amar en los sonidos del día a día, tienes como escucharlos.

Porque ya no encuentro caminos y los que veo no satisfacen mis expectativas.

Porque creo que el mundo se ha hecho algo hostil, ajeno, fallo, vacío, vacuo y sin propósito ni sentido.

Porque no hallo oídos que entiendan, ni manos que se comprometan, no reconozco el hombro que sostenga, no hallo aprobación en lo que creo posible y mis posibilidades se agotan. 

Entiendo que afuera ya no encontraré respuestas y busco el silencio entre el ruido de mi temerosa mente y me asusta lo que encuentro.

En la sonrisa y también el llanto de otro, en el café, el milo, el vaso de agua, el saludo de abrazo o solo la mano o quizás el codo.

En quien maneja el bus, el taxi, quien te lleva la comida, quien usa o no el tapabocas.
También en los que trabajan tras una ventanilla; atiendan como atiendan, en el mesero, en quien cocina, lava, corta, plancha, barre.
En quien lee y quien no, en quien asume sus tareas y quien no, en quien enseña y quien ignora, en quien señala, juzga y castiga, así aman, así se aman.

Adicto a los hábitos comunes, quizá creyendo que por ser común es bueno, he caido muchas veces en "errores" (aprendizajes) de percepción y pensamiento.

No me extrañes, no me hagas eso, no te hagas eso...

Puede que el cuerpo que dices mio ya no esté allí cerca, a metros o centímetros, puede que ya no sientas en los oídos mis palabras, mis acostumbrados ruidos, mis cuentos, chistes, saludos, gestos y hasta quejas y mal genios.

Puede que ya no sientas mi aroma ni ese aire ni esa aura, que respirabas y sentías cuando si quiera estaba cerca, ese dejo de mi presencia que me caracterizaba.

Y cuando todo eso ocurra y tu mente me añore y tus emociones te recojan y amilanen.