Ya, hoy, ahora, suena mi alarma y de nuevo tengo otra oportunidad de despertar, abro los ojos y creo el mundo, el sol, nubes, viento, calles y gente están donde y como deben estar y para quien deben ser y estar Yo. Pero aún me falta sentirlo, lo soy, pero no me doy cuenta, apenas miro, escucho y hablo de ello, aún no, no hay certeza, pero si hay posibilidad. Aviva el fuego de mi entendimiento cuando simplemente acepto y entrego. 

En la cafetería de enfrente, Brahma esta lavando la losa a 6 brazos, en la mesa 9 Ganesh ríe a carcajadas mientras ve en su móvil la marcha del elefante en la 1er película de Dumbo, se le enfría el "pintao" que le sirvió la Madre Maria.

Tras la ventana, se ve pasar a Siddartha con rastas, saluda a todos sonriente va dictar su clase de artesanias. Al tiempo, en mi propio edificio, un Jesus en pijama, con la cabeza rapada y un candado por barba, se rasca la espalda de camino a la cocina a prepararse una ensalada, nota que se le acabo la papaya y le grita por ventana al arcángel Gabriel que vociferaba la venta de las últimas frutas de su carrito con ruedas.

Un Dios que en cada respiro cambia de forma a su antojo, esa mañana es pillado por el sol en el parque siendo un atlético corredor de bolsa iniciando su calistenia, instantes antes se veía como una obesa cajera de Mc Donalds camino al trabajo. Se pasea igual por la experiencia del gato del vecino rockero, de la rata que asoma por la alcantarilla sin tapa, si, aquella  tapa que el otro día él mismo; en otra forma, quitó para cambiarla por plata pa la comida de una de sus hijas en alguna otra casa. Ya de noche, se ríe siendo nuestra rolliza cajera en la cadena de "alimientos", mientras se sirve a si misma/o un pedido siendo un joven que inicia su camino como vegetariano y le lleva la cena a su pápa, que viendo novelas piensa en esa oveja negra que se demora con la comida y no parece de la familia.

Este no es el primer día que todos comparten siendo dioses sin darse cuenta. 

Mientras por la calle a plena luz del día, camina un Buda sin cabeza sirviendo a quien se le acerca. Y no es la ausencia de la cabeza lo que a las gentes les llama la atención, no les interesa el porqué, solo se preguntan: “- ¿Quién ese?, Con lo importante que es tener cabeza, -¿De donde viene?, Uno debe conocer el origen de la gente, - ¿Qué intenciones tendrá?, Es mejor malo conocido que bueno por conocer, - ¿Quién o que se la quito?, ¡Algo habrá hecho! ¡Seguro se lo merecía!”.

Dios, que en forma de mendigo pasa sin falta cuando la gente más suposiciones hacia, sonríe ante la gracia, extiende la mano, sea que le den o no limosna, el Buda le hace una reverencia y Dios cual espejo, copia el movimiento, y en su gracia , se viste tambien de los que hablan y también de los callados solo piensan.

El Buda sin cabeza caminaba entre unos y otros, no escuchaba lo que decían, pero sabia lo que necesitaban, sentía. No veía quien le decía ni lo juzgaba, sentía. No hablaba de otros ni pretendía entenderlos, tampoco quería darles o quitarles la razón, solo sentía, se emocionaba, comprendía y actuaba. 

Sin juicio, se acercaba a "justos y a pecadores" y de su pecho brotaban bendiciones. Los compadecía ayudándoles con su carga, sin importar cuál fuera o de donde proviniera. Donde miles con cabeza veían un ebrio, un desordenado, un iracundo,  él, iba y servía un vaso de agua que aliviaba la frustración, señalaba donde había orden en el caos, o su mano se posaba en el corazón caliente y exasperado.

Así, anda sin cabeza, sintiente, mientras los comunes habituados a andar  sin prestar atención al corazón, hacen como si no lo tuvieran (pero allí está). Por la calle de dia y de noche caminan gentes sin corazón, lo tienen pero no lo usan, andan también sin manos  (las tienen pero no las usan)  cobardes no hacen, viven esperando que otro se haga responsable. Por la calle de dia y de noche se ven gentes sin corazón, no andan, no tienen piernas (las tienen pero no las usan)  apenas se arrastran por que les aterra andar, unos por miedo a los pasos pasados, otros por miedo a los pasos que darán.

Mientras, el Buda sin cabeza no tiene miedo, no juzga, ni critica, no elige, sabe que no tiene nada que perder.  Sirve a todos por igual ve a Dios en  todos, es un Maestro que no usa los ojos para ver sino para sentir, ve,  siente y habla con y desde el corazón.

En la calidez de mi cama,  cierro los ojos y óro, doy gracias, nos hacemos un guiño con Dios, el mundo se deshace y yo con él.

 

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